Morelos. Por tierras de Conventos y Haciendas


Dicen de la capital de Morelos, Cuernavaca, que es la ciudad de la “eterna primavera”, así bautizada por el barón Alexander Von Humboldt en el siglo XIX. Unos siglos antes, el conquistador español Hernán Cortes, ya se apercibió de la riqueza de su flora y fauna, benigno clima y fascinantes jardines, por lo que decidió fijar su residencia mandando construir un bellísimo edificio de piedra, hoy conocido como la Casa Palacio de Hernán Cortes, el edificio civil virreinal más antiguo que se conserva en México y que alberga el Museo Cuauhnahuac y la creación del convento de la Asunción, actual Catedral de Cuernavaca, construido por los franciscanos en 1526 en terrenos donados por Juana de Zuñiga, esposa de Hernán Cortes . Así empezaba la colonización religiosa de buena parte de los indígenas del Nuevo Mundo en las faldas del Popocatepetl, que culminaría a lo largo del siglo XVI con la creación de 28 conventos; todos ellos, fundados por agustinos, dominicos y franciscanos . De estos, catorce - once en Morelos y tres en Puebla - conforman la Ruta de los Conventos, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por su alto valor histórico y arquitectónico, con edificios singulares, increíbles rosetones, fascinantes relieves, portadas bellísimas, pinturas murales y un sinfín de detalles que sorprenden e impresionan a quienes lo visitan .

 

Para empezar, nada mejor que la visita al Convento de la Natividad, de fachada plateresca, excelente mirador de la cordillera Tepozteca y fiel guardián de la Biblioteca Carlos Pellicer, referencia imprescindible para descubrir la historia de Morelos. Ubicado en Tepoztlan, uno de los dos pueblos mágicos que ostenta Morelos, está considerado como una de las mayores glorias de la arquitectura americana del siglo XVI, a la que hay que añadir los muchos otros encantos que ostenta el lugar, como sus bellas capillas de barrio, sus viejas casas de adobe y piedra, sus calles empedradas, el atractivo mercado pletórico de productos naturales de los lugares de alrededor los restos del viejo Tepoztlan, entre los que destaca la pirámide del Tepozteco, templo construido como nido de cóndor en lo alto del acantilado, cuya ascensión, recomendable a todas luces, comporta un esfuerzo solo apto para caminantes atrevidos.

 

En Yecapixtla hay que hacer parada y fonda, pues amén de albergar la grandiosidad gótica y renacentista del convento-fortaleza de San Juan Bautista, de portadas platerescas, barandal de coro decorado con flores de lis labradas en cantera ,elegantes almenas e increíble rosetón que podría pasar por el de una catedral medieval europea, cuenta con uno de los grandes productos gastronómicos que dan fama a Morelos: la cecina. Carne de pierna de res que se corta en lonchas muy delgadas hasta conseguir largas tiras que se salan, se solean y se convierten en una autentica delicia para el paladar. En los alrededores del convento, casas de comida, bares y puestos, ofertan tras pasar por las brasas, tan típico platillo de la villa acompañado de frijoles, aguacate, queso fresco y salsa; aunque, con un trozo de pan, como lo comió quien esto firma, ya resulta exquisito. Y a un precio realmente económico, de saldo.

 

Bien alimentados, hay que aprovechar la jornada para visitar el primer convento que los agustinos establecieron en su labor misionera por la Nueva España, el templo de Santiago Apóstol, en Ocuituco, pueblo tranquilo y acogedor de bellos paisajes de huertas, campos y bosques. Es el único convento que destaca por su fuente en el claustro con seis leones labrados y un hermoso fresco en sus paredes en el que figura un mapa donde aparecen los conventos por entonces construidos.

 

A muy pocos kilómetros aparece el bullicioso poblado de Tetela del Volcán, que como su nombre indica está situado en la falda del volcán de Popocatepetl, lugar de imponentes paisajes, espectaculares vistas, gigantescas fumarolas, tupidos bosques y sede del Convento agustino de San Juan Bautista, uno de los más hermosos de la ruta con magnifico rosetón gótico, pinturas murales policromadas y dos relojes solares. Si el viajero dispone de tiempo, nada mejor que un paseo por la barranca de Amatzinac, un recóndito camino empedrado de unos diez kilómetros de largo paralelo al rio Amatzinac que nos conduce a una pequeña cascada. Durante el recorrido se pueden ver criaderos de truchas, corrales de venados, cabañas rurales, casas de comida y un ambiente ideal para disfrutar de una jornada de campo.

 

Aunque son muchos los conventos a visitar, también resulta interesante participar de las festividades de estos pueblos. Las “comparsas de chinelos” son unas de las más características y tradicionales de algunos de los pueblos del estado de Morelos, herencia de la influencia española con el despertar típico de cohetes, música y baile. Se trata de grupos de danzantes acompañados por una banda de música y ataviados con largos sayones, espectaculares y originales sombreros y una máscara con puntiaguda barba negra, que hacen las delicias de niños y mayores en su recorrido por las calles del pueblo.

 

Las Haciendas , antiguas construcciones para la explotación del campo y las minas y en el caso de Morelos para el cultivo de la caña, es otro de los grandes atractivos para el viajero. Sobre todo, porque alguna de ellas se han convertido en impresionantes establecimientos hoteleros a la altura de los “paradores“ Españoles o las “posadas“ Portuguesas. Ingenios azucareros con campos de golf, caballerizas, espectaculares salones y fantásticas piscinas que dan la bienvenida al turista amante del lujo y el confort en su recorrido por los conventos de Morelos.

 

A todo esto, añadir como punto final, uno de los mayores atractivos de este paseo. Las gentesde Morelos, acogedoras, hospitalarias, amables, dispuestas a compartir cuanto tienen para que el viajero se lleve una grata impresión de su casa, de su pueblo, de sus paisajes, de sus monumentos, de su gastronomía, y como no, de sus amados conventos .

 

Texto: Mariano Palacin

Fotos: José Muñoz