Uzbekistán. Por la Ruta de la Seda


Tashkent, la capital del país, es la entrada obligada a la joven republica de Uzbekistán. La que años atrás fuera una ciudad más de las muchas que constituían la desaparecida URSS, hoy es una de la urbes mas florecientes e influyentes del Asia Central. Amplias avenidas, cuidados parques y jardines, rascacielos acristalados, modernos automóviles, centros comerciales, restaurantes y hoteles, universidades, teatros, museos y un incesante tráfico de hombres de negocios y empresas, son una buena muestra del nuevo papel que desempeña esta vanguardista metrópoli.

 

Una ciudad orgullosa de su ”metro”, construido en tiempos de la dominación soviética, y de su Teatro de la Opera, en cuya plaza de espectaculares jardines y multicolores surtidores de agua, nunca falta una pareja de recién casados haciendo sus emotivas fotos de boda. Porque sus monumentos históricos, que los tiene y bastantes, quedan ensombrecidos ante la monumentalidad que ostentan las ciudades mas fascinantes de la Ruta de la Seda: Samarkanda, Bujara, y Jiva.

 

 Samarkanda, la segunda ciudad de Uzbekistán, esta considerada como el centro neurálgico de la Ruta de la Seda. Sus 2500 años de antigüedad la avalan como una de las urbes mas antiguas del planeta, lugar de conquista y asentamiento de Alejandro el Magno, del Sultán Sandjar, de Gengis Khan y de Amir Temur, el Gran Tamerlan, paladín del islam, estadista, creador del Gran Imperio del Asia Central en el siglo XIV y artífice del renacimiento de la cultura islámica y de los edificios mas singulares y bellos de Samarkanda. Una metrópoli conocida como la “Roma de Oriente “, “Ciudad de los Santos“, “Punto brillante de la Tierra” y el epíteto que mejor la define “Perla del Mundo Islámico”, porque en sus plazas y calles, en cualquier rincón de su extenso territorio, se encuentran los monumentos más significativos y bellos del Islam.

 

La Plaza del Registan con sus tres gigantescas y bellísimas madrazas, la de Ulugbek del siglo XV, y las de Shir Dor y de Tillya-Kari del siglo XVII, constituyen una explosión de belleza, armonía y serenidad, difícil de encontrar en cualquier otro lugar del mundo. El color de los miles de azulejos que envuelven los tres edificios, la magnificencia del espacio, y la paz que se respira en todo su entorno, convierten esta plaza en el lugar ideal de reflexión y silencio para el viajero que busca las huellas del arte, la cultura y la historia de la mítica Ruta de la Seda .

 

La figura legendaria de Amir Temur –Tamerlan– esta presente en los monumentos más significativos de Samarkanda, como la Mezquita de Bini-Khanum y el Mausoleo de Gur Emir. El primero, por su grandiosidad y majestuosidad, pues su superficie era de 130 x 102 metros con mas de 400 columnas de mármol y una enorme cúpula exterior de techo dorado. En su tiempo la mezquita mas grande del mundo musulmán. Fue el amor por la esposa de Tamerlan, lo que inspiro al arquitecto para construir tan bellísimo edificio. Un amor que le costo caro, pues según cuenta la leyenda, el arquitecto solicito a Bini-Khanum un beso de recompensa por la maravillosa obra; precioso beso que quedo grabado en la mejilla de la esposa, lo que enfureció a Amir Temur, quien ordeno ejecutar al arquitecto. El segundo, erigido a la memoria del que tenía que ser su sucesor, su nieto Muhammad Sultán, muerto en 1403 con 27 años de edad. El dolor por el fallecimiento de tan valiente heredero, digno sucesor de su abuelo, propicio la creación de un hermoso Mausoleo que años después se convertiría en morada definitiva del propio Tamerlan, de sus hijos y de sus nietos.

 

A uno de ellos, Mirzo Ulugh Beck, se debe la creación del Observatorio Astronómico más grande de su tiempo que llego a causar la admiración de la vieja y culta Europa en 1648, tras la publicación en Oxford de una parte de la celebre obra “Zidzhu de Ullug Beck” que contiene una introducción teórica del movimiento de los astros y un catalogo de 1018 estrellas. En 1908 el arqueólogo Vyatkin, encontró los restos del Observatorio y años después su estructura subterránea formada por un gigantesco cuadrante de 40 metros de radio y un arco de 63 metros de longitud; una delicia para los miles de turistas que diariamente visitan tan impactante espacio. Aunque el lugar de mausoleos por excelencia es la Necrópolis de Shah – I – Zinda, situada en la parte suroeste de Samarkanda, convertida en un lugar de peregrinaje y oración. Un autentico poblado de una sola calle plagado de pequeñas mezquitas, recogidos mausoleos, tumbas reales, minaretes y restos de los baños del siglo XIV, cuando se inicia la construcción del santo lugar que se prolonga hasta principios del siglo XIX . Un conjunto fúnebre de exquisita belleza erigido para la eternidad de sus moradores.

 

Bujara, la ciudad sagrada, cuenta con más de 140 monumentos entre mezquitas, mausoleos, minaretes, palacios y madrazas. Pero el símbolo de la villa de los santos, como también se la conoce a Bujara por albergar a los más importantes imanes, es el Ark, la Ciudadela, el más antiguo monumento protagonista de los dramáticos y crueles acontecimientos vinculados a la historia de la villa. Aún se puede apreciar un gigantesco látigo en uno de sus muros, símbolo del poder ilimitado del Emir. Cuenta la leyenda que Siyavush, hijo del rey de Iván, se enamoro de la hija del mandatario de Bujara. Tras su matrimonio, solicitó permiso para construir un palacio que no excediera en sus dimensiones de la piel de una oveja. El inteligente Siyavush, recorto la piel de la oveja en finas tiras y creo con ellas un gran perímetro, base de la futura fortaleza y símbolo decorativo en los grabados de los estucos de palacios, madrasas y mezquitas. Destruida y restaurada varias veces - el ejército ruso la bombardeó en 1920-. La Ciudadela impresiona por la belleza y grandiosidad de su espectacular muralla de más de 20 metros de alto y 800 metros de largo. Otro de los símbolos de Bujara es el minarete de Kalyan, autentico faro en la Ruta de la Seda. Subir los 105 peldaños de sus 45 metros de altura, permiten una maravillosa vista de la ciudad y de sus principales monumentos. Para su construcción en 1127 se utilizaron por primera vez las cerámicas de brillo metálico con resplandeciente color azul, intrincadas cenefas y letras árabes. A sus pies, se encuentra la mezquita Kalyan, en la que pueden rezar más de 10.000 personas en sus 1.000 metros de superficie. Otra de las muchas curiosidades y sorpresas de Bujara es la madrassa de Chor – Minor, un pequeño y bonito edificio, puerta de una gran madraza construida en 1807, con cuatro minaretes y arcos abovedados, toda una originalidad en el arte islámico. La importancia económica de Bujara a lo largo de su historia se puede apreciar en los antiguos “tok”, pasillos abovedados similares a nuestros porches donde se hacían todo tipo de transacciones comerciales. Aún perduran en activo el Toki- Zargaron, de los joyeros, el Toki – Sarrafon, de cambio de moneda y el Toki-Tilpak-Furushon, de gorros y sombreros. Pero en toda la ciudad existen bazares y tiendas en las que se pueden adquirir las alfombras, sedas, tallas de metal y madera, bordados, joyas y otros muchos artículos de la artesanía uzbeka. Para los amantes de las joyas de oro, existe un mercadillo muy tentador entre la mezquita de Kalyan y la Ciudadela regentado exclusivamente por mujeres. Y para los amantes de la gastronomía, es recomendable la visita a la Plaza Lyabi – Yaouz, un entrañable y acogedor lugar plagado de restaurantes donde se puede comer al aire libre, muy cerca de la orilla de un bonito embalse de piedra que en el siglo XVII proporcionaba agua a la ciudad y que hoy se ha convertido en uno de los lugares más visitados por los viajeros de la Ruta de la Seda. Un sitio acogedor donde es posible desayunar, comer, cenar, tomar un té a media tarde o una copa de madrugada; o simplemente observar como sus ciudadanos juegan al dominó y al ajedrez mientras los niños se lanzan al agua del estanque desde las ramas de sus árboles centenarios .

 

Y queda para el final la coqueta y preciosa Jiva. La joya de la corona. De ella se decía “doy dos sacos de oro con tal de ver, aunque sea con un solo ojo, la ciudad de Jiva“ pues tal era su belleza. Una pequeña villa amurallada de estrechas callejuelas, bellísimos palacios, recogidas mezquitas, curiosas plazoletas, ornamentadas madrassas , fervorosos mausoleos, tradicionales harenes y escondidos rincones donde pasear en el silencio más absoluto. Y sus minaretes. En el caso de Jiva, más famosos si cabe, pues cuenta con cinco minaretes perfectamente alineados y a la distancia exacta, uno de otro, de doscientos metros.

 

El más alto, el de Islam Khodja, decorado con catorce bandas de brillantes azulejos separados por otras tantas bandas de enrojecidos ladrillos. Desde las ventanas de su linterna se divisa toda la ciudad. El más curioso, el conocido como minarete “truncado” de Kalta Minor, pues según la leyenda, el minarete tenía que ser el más alto del mundo islámico, pero la muerte del Khan de Jiva en una batalla contra los turkmenos, paralizo su construcción. Aunque perdura otra leyenda que afirma que enterado el emir de Bukara de tan maravillosa obra, quiso contratar al maestro autor de la misma. Esto, molesto de tal manera al Khan de Kiva, que ordeno que arrojaran al maestro al interior del minarete desde su muro a medio construir. Y así quedo para la historia. Fuera como fuera, la realidad es que se trata de uno de los minaretes mas bellos del mundo musulmán, totalmente “acefalo” y de obligada admiración para quien visita “Ichan Kala”, la ciudad del interior de la muralla que, con sus cuatro puertas de entrada, su bastión de tierra de 2200 metros de largo por 8 de alto y sus más de cincuenta monumentos, la convierten en un autentico museo al aire libre.

 

Texto: Mariano Palacin

Fotos: Laura Rodero