Marruecos. Algo más que Zocos


Cuando nos hablan de Marruecos, siempre nos viene a la mente el exotismo y el patrimonio cultural de que hacen gala sus grandes ciudades, como Marrakech, Fez, Tetuán, Casablanca y otras del norte del País.

 

Pero su esencia, tradición y belleza también, y mucho más si cabe, se aprecian en todo su apogeo en las ciudades del interior del País, mucho más desconocidas pero que guardan ese aroma y esa esencia que sin duda nos cautivará, además de permitirnos acercar a lugares más autóctonos y alejados de las rutas turísticas habituales, demasiado occidentalizados y por lo tanto desvirtuados de su tradición. Pero además del interior, la costa occidental Marroquí se asoma al Atlántico mostrando ciudades pujantes y llenas de vida como Essaouira, que aunque conocida al nombrarla si aparece como un lugar más agradable para el gusto del viajero que huye de lo de “siempre”.

 

Pasaremos por alto las grandes y conocidas ciudades que ya están incluidas en todos los circuitos turísticos y guías de viaje, para adentrarnos en algunas menos conocidas pero que nos darán un muy aproximado perfil del autentico Marruecos, sin olvidarnos que poco a poco todo se ira convirtiendo en marca “turística”, por lo que debemos apresurarnos a vivirlo antes de que la globalización “abrace” sus encantos y nos los sirva ya normalizados.

 

Entre el atlántico y el desierto hay una distancia considerable, que si bien es posible cubrirla en coche en una jornada, esto no es recomendable si somos nosotros mismos los que nos aventuramos a ello. Usar un taxi sería lo ideal, pues un conductor autóctono está más acostumbrado a esas carreteras, y nos daría suficientes garantías, aunque el coste se dispararía bastante. Lo más factible, cómodo y seguro (y no muy caro) es usar el avión para llegar a Ouarzazate y desde allí, comenzar el periplo bien en coche alquilado o también usando los autobuses locales (con los cuales hay que tener paciencia). De todas formas, no se debe dejar pasar la ocasión de atravesar el atlas por carretera (por ejemplo a la vuelta), es toda una experiencia que no debemos dejar en el olvido.

 

Essaouira. Situada a menos de 200 km de Marrakech, de frente al Océano Atlántico y rodeada de dunas y colinas, ha sido hasta hace poco tiempo destino predilecto de viajeros “por libre”, aunque se está empezando a convertir en un importante destino turístico del País, lo que indefectiblemente la llevara a perder el “encanto” del que hasta ahora disfruta.

 

Enclavada en una hermosa bahía, dispone de una agradable playa alrededor de la cual se ha desarrollado la parte moderna de la ciudad, con construcciones actuales y una aceptable oferta hotelera y de restauración, la cual la hacen ser cita obligada de los incipientes turistas y de multitud de surferos, que a ella acuden alentados por los enérgicos vientos que la surcan.

 

En el extremo norte de la playa se sitúa el puerto, en que el que durante el día se afanan sus habitantes en la reparación de barcos en sus artesanales astilleros y el arreglo de utensilios de pesca, y desde el cual se puede disfrutar de la visión del mar y las construcciones de la medina en la que se puede apreciar el contraste entre el blanco de las casas y el azul de sus ventanas y puertas. Enormemente gratificante resulta acercarse al pequeño mercado de pescado que se sitúa a la entrada del puerto, y en el que si se desea nos cocinan de forma inmediata los diversos productos de la pesca que estemos interesados en adquirir, para posteriormente y con la visión de la bahía como fondo, comerlos en las mesas de que disponen.

 

Su Medina del siglo XVIII ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fue fundada por los Portugueses en el siglo XVI y desde cualquiera de sus tres esplendidas puertas de acceso es fácil recorrer a pie la multitud de estrechas y rectilíneas (lo cual facilita la orientación) callejuelas que la componen, dar un paseo relajado y poder así admirar la cantidad de pequeñas tiendas de artesanía que la dan fama de bohemia, pues a ella han acudido a establecerse durante años multitud de artistas e intelectuales, y en las que la ausencia del consabido regateo y la aglomeración de gentes la convierten en un remanso de paz. En un extremo de ella se erige la Fortaleza denominada el Bastión de la Escala, con una formidable batería de cañones orientados al mar, construida por el Rey de Portugal y posteriormente transformada en moderna fortaleza por Mohammed III. El centro de reunión preferido de los lugareños se sitúa en la Plaza de Moulay Hassan, repleta de terrazas de cafés y bares y en la que a la sombra de sus arboles la gente observa el constante devenir de sus vecinos.

 

Ouarzazate. Primera ciudad importante que encontramos, si partiendo de Marrakech nos aventuramos a atravesar el gran Atlas. Tras un mínimo de cuatro horas de conducción (también se puede ir en avión desde Casablanca), durante las cuales no se deja de subir y bajar montañas por una serpenteante carretera, llegamos a la llamada Ciudad Roja del Desierto y en la que podremos apreciar sus encantos ancestrales que han cautivado a multitud de viajeros. Las autenticidad arquitectónica de sus construcciones más habituales (Kasbashs) son joyas de la utilización del adobe rojizo, cruzadas con palos de madera y decoradas sus fachadas con símbolos bereberes, que destacan por la majestuosidad de las mismas.

 

Las Kasbashs o cascos antiguos, son los lugares más impresionantes que te puedes encontrar en sus alrededores. Entre ellos destaca a pocos kilómetros de la ciudad, la denominada “Ksar de Ait Ben Hadu”. Enclavada sobre una colina, el lugar permite una esplendida vista sobre la población y el desierto y tiene uno la sensación de llegar a otro planeta, lugar mágico y excepcional no le falta belleza aunque lo verdaderamente fascinante es su ubicación, razón por la cual ha sido elegida para el rodaje de películas como Gladiator, Laurance de Arabia y la Joya del Nilo. En su interior y proximidades existen varios puestecillos que harán las delicias de los amantes de los suvenires.

 

El casco antiguo de la ciudad resulta reseñable por la llamada “Kasbah de Taourirt”, toda una joya de la zona por su importancia, arquitectura y decoración y que fue una de las más majestuosas residencias del Pacha de Marrakech. En la actualidad es visitable en algunas zonas y en las que destacan sus artesonados en los techos de madera de cedro y las pinturas de sus paredes.

 

Cerca de Ouarzazate y en el camino a Zagora, se encuentra la ciudad de Agdz, cuya importancia radica en que era una parada obligada de las caravanas con mercaderías llegadas desde Tombuctú, y que allí hacían un alto antes de acometer la travesía del Atlas en su camino a Marrakech. Posee un mercado muy bullicioso y surtido de productos.

 

En las inmediaciones de Tinghir encontramos la fabulosa Garganta del Todra, en cuyo acceso se disfruta de un ingente palmeral fruto de las frescas aguas que proporciona un rio que igualmente ha escavado gigantes acantilados que hacen las delicias de escaladores.

 

También es puerta de entrada al Valle del Draa, maravilloso oías de palmeras datileras de gran belleza que determina una estrecha franja rodeada continuamente de desierto y que sobrepasa los 100 km de longitud. En la orilla del rio, se alinean diversas fortificaciones de adobe que en sus tiempos de auge servían como defensa militar de la zona.

 

Errachidia. Capital de una de las principales Provincias de Marruecos, Tafilalet, y muy importante en su historia moderna, pues es la cuna de la Dinastía Alaouite, que gobierna actualmente el País. La ciudad fue en la antigüedad paso obligado de las caravanas que se dirigían al mediterráneo, Níger y Sudan desde el atlántico para comerciar con sal, oro esclavos y que hacían allí un alto antes de adentrarse en el desierto del Sahara.

 

Marca frontera con Argelia y ocupa una gran extensión que alberga multitud de contrastes naturales. Altas montañas, formidables palmerales y por supuesto fabulosas dunas desérticas, que definen un pintoresco paisaje que inculca un gran atractivo a sus visitantes.

 

La población la conforma una amalgama de grupos étnicos provenientes de diversos lugares de áfrica, árabes, judíos, subsaharianos y por supuesto bereberes, lo que le confiere a la zona un verdadero mosaico social y de color que se hace visible al observar el bullicio de sus ciudades.

 

En la zona se encuentra el mayor palmeral de dátiles del mundo (se estima que hay cerca de 800.000), y es el ultimo gran oasis que nos encontramos antes de adentrarnos en las míticas arenas del desierto del Sahara.

 

Al recorrer sus carreteras y caminos nos llamará la atención la multitud de pozos realizados en la tierra y alineados, y que son simplemente un impresionante sistema de riego que consiguen llevar el agua por gravedad desde los oasis a la superficie y de ahí a los cultivos.

 

Otra ciudad importante de la provincia es Erfoud, ubicada en las proximidades de un hermoso oasis, lo cual la otorga la gran capacidad de producción de dátiles, para lo cual anualmente organiza una feria muy apreciada en todo el País. En ella se encuentran las apreciadas canteras de goniatita, placas de mármol, generalmente negro, que albergan gran cantidad de moluscos fósiles y que se explotan comercialmente para la fabricación de bonitos objetos decorativos.

 

Rissani es la actual ciudad construida a partir de las míticas ruinas de Sijilmassa, ciudad mítica que ejercía la labor de control de las diversas rutas transaharianas. Fue construida por los Zenetés y fuer reino independiente durante mucho tiempo, aparte de que el palmeral que la rodea es el que da el nombre a la provincia (Tafilalet).

 

En su territorio podemos apreciar el Mausoleo de Alí Chérif, que fue el padre del fundador de la dinastía alaouita, y también alberga restos de sus familiares. También encontramos las ruinas del Ksar Abbar, cerca del anterior Mausoleo y que consta de recinto amurallado con almenas, torres y una puerta de acceso de gran belleza.

 

Mención aparte merecen las denominadas Dunas de “El Erg Chebi”, fantástico conjunto de montañas de arena que van cambiando de color durante el día, dependiendo de la intensidad del sol. Las dunas son de las catalogadas como móviles y desde lo alto de ellas y al atardecer se divisan las montañas que hacen de frontera con Argelia.

 

Zagora. Si sueñas con tranquilidad, este es tu sitio. Fundada en la época colonial francesa, lleva el nombre del monte a las faldas del cual se asienta. Únicamente conserva como casco antiguo el barrio judío con sus tradicionales talleres de joyería y platería, el resto de la ciudad ha experimentado un rápido crecimiento, basado en el hormigón, y alentado por la apreciable llegada de turistas y de la proximidad con la frontera de Argelia.

 

En sus proximidades podemos apreciar “El Ksar de Tissergate”, ciudad fortificada y perfectamente conservada y que dispone de apreciables comodidades para el turista.

 

Es digna de visita la Biblioteca de Tamgroute, situada a 20 Km de Zagora y en la que se exhiben perfectamente conservados manuscritos religiosos del siglo XIII, escritos sobre piel de animales. Entre ellos se encuentran diversos ejemplares del Coran que datan del siglo XI.

 

Antes de partir de ella, no olvidar hacerse una foto delante del mural de Zagora que indica la duración del viaje a Tombuctú, y que la establece en 52 días si se usa el camello como medio de locomoción y que se encuentra en la misma calle principal, para inmortalizarlo en una foto y llevarse uno de los recuerdos mas simpáticos.

 

Se podría seguir explorando el desierto, pero si el tiempo se acaba, va siendo hora de poner de nuevo rumbo a casa, y si queremos volver a través de Marrakech y hacer el camino en coche de un tirón, este puede hacerse bastante largo y cansado. Atravesar el atlas es aventurarse a una experiencia algo aterradora, una vivencia sin igual que hace que las curvas que jalonan sus casi 200 km, nos deparen sorpresas en forma de burros, cabras o camiones mas anchos que la propia carretera. Todo queda amortiguado por el increíble paisaje que se divisa al alcanzar su punto más alto, Tizin Tichka, donde será inevitable un prolongado alto para respirar el aire fresco y limpio que allí encontramos.

 

Alojamientos. En todos los lugares reseñados es fácil encontrar alojamientos decentes a un precio muy asequible. No olvidemos que el sistema de designación de las categorías de los hoteles en Marruecos es bastante graciable al otorgar estrellas, un cuatro estrellas en la zona equivaldría como mucho a uno de dos en España. Eso si, el precio medio es muy inferior al de España (por 40€/habitación por noche o menos, hay bastantes donde elegir).

 

Si nuestro presupuesto es generoso, no descartes acudir a los Hoteles Xaluca (hay uno en las cercanías de Ouarzazate y otro en Erfoud), propiedad de un grupo Hispano – Marroquí y con toda clase de comodidades y atenciones. Muy recomendado para un agradable alto en el viaje.

 

Otro muy buen hotel en Ouarzazate es el Hotel Berebere Palace, espectacular también y muy al gusto occidental, con estupendo restaurante y una piscina ideal. Eso si, habrá que rascarse el bolsillo.

 

Comidas. La cocina que podemos encontrar en todas las ciudades visitadas no varia demasiado, pero siempre resulta exquisita. Todos los calificativos que le demos serán pocos para describirla.

 

Como no podría ser de otra forma, esta se nutre de los mejores frutos de la tierra y que acompañan a las diversas carnes y aves, todo ello aderezado con la multitud de especias utilizadas (pimentón, comino, pimienta, canela, azafrán, etc.). También se condimenta todo con hierbas aromáticas como el cilantro y el perejil. El resultado de todo ello es un aroma y un sabor ciertamente apetitosos.

 

Probar sin dudarlo sus múltiples ensaladas (son sin aliñar). El mítico cucús, siempre guisado al vapor. Sus exquisitas Pastellas rellenas de carne de ave. El Tajin, guiso de carne (vaca, cordero, pollo) con verduras y cocinado en las típicas cazuelas cónicas de barro. Y por supuesto sus postres, no dejéis de probarlos aunque no encontréis el fin, luego a la vuelta, ya sabréis lo que hacer.

 

Daros el gustazo en Essaouira y acercaros a comer al restaurante “Chez Sam”, en el interior del mismo puerto. Buen pescado fresco, ambiente acogedor, amabilidad y vistas directas sobre el mar. Un precio muy aceptable.

 

Si estáis hartos de té a la menta o agua y queréis cervezas para las comidas, las hay en casi todos los restaurantes. No son baratas, pero alguna de vez en cuando se agradece.

 

Buen viaje


Texto: José Muñoz Mora

Fotos: Montserrat Velasco