BRAGANÇA (Portugal). EN EL CORAZÓN DE LA HISTORIA


El clima frio y lluvioso marcó los tres días que pasamos en Bragança. Ello no fue obstáculo para darnos una muy buena visión de todo lo que esta pequeña, pero histórica ciudad, brinda a los que la visitan. Cuando desde la carretera de acceso se atisba la población, lo primero que llama nuestra atención es el imponente Castillo que domina el paisaje desde las alturas de la Sierra de Nogueira, postrando a sus pies una pequeña ciudad de poco más de 20.000 habitantes y que conserva un alto interés artístico e histórico.

 

Lejos quedan ya aquellos tiempos en los que las comunicaciones físicas entre los dos países de la Península se encontraban casi cortadas. En la actualidad, las mejoradas carreteras, han conseguido salvar el aislamiento de la zona de “Tras Os Montes” y acercar el nordeste portugués tanto a Zamora como a Puebla de Sanabria, que son los accesos naturales desde España. Los pequeños pueblos transfronterizos de los dos países nunca perdieron el contacto entre ellos, a pesar de los eternos problemas políticos existentes, y de tapadillo estuvieron en contacto para mantener el comercio, bajo la fórmula del denominado contrabando.

 

En el presente, y ya olvidadas las rencillas históricas, la ciudad de Bragança y su comarca (tierras marcadas por la emigración) se han reforzado y avanzado a pasos agigantados hacia la modernidad, sin dejar de lado la historia que la enriqueció y consolidó. Con el embrión de su ciudadela amurallada, se fue desarrollando la ciudad a partir del siglo XIV, en el que las calles empedradas recorren todos los accesos a la misma, dando la sensación de encontrarse en un barrio de hace siglos, con bellas viviendas en las que el tiempo parece haberse detenido.

 

El interior de la fortaleza está marcado por la presencia del imponente castillo del siglo XII, con una torre del homenaje de más de 30 metros y unas ventanas de marcado estilo gótico. Desde lo alto de la torre, la visión de la ciudad a sus pies es imponente, con los tejados de los edificios siendo la primera cosa que nos llama la atención. En su interior, alberga un museo militar, donde se exponen objetos y armas recogidos a durante de toda la historia del país. Muy cerca del castillo, y junto a la Iglesia de Santa María, encontramos el “Domus Municipalis”, con una bella sala de reuniones para las sesiones del concejo y del que se dice que es el ayuntamiento más antiguo de Portugal.

 

También dentro del recinto amurallado encontramos el maravilloso Museo Ibérico de la Máscara y el Traje. Edificio pequeño con tres plantas en el que se muestran atuendos, mascaras y vestimentas que se empleaban en la zona para celebrar las fiestas de invierno, mas allá incluso de los Carnavales y que eras comunes a los pueblos de ambos lados de la frontera. En la actualidad estas celebraciones se siguen desarrollando y cada vez atraen a más visitantes a ellas.

 

Ya fuera de la ciudadela, un paseo por las tranquilas calles de la ciudad, nos proporciona unos momentos para admirar la denominada “Sé”, que es como se denomina a su Catedral, construida en el siglo XVI a partir de un antiguo convento Jesuita. Dispone de una sola nave de estilo barroco. Frente a ella, y en medio de la plaza, se ubica una cruz sobre columna.

 

También dispone Bragança de muchos museos que salpican antiguos caserones y palacetes diseminados por la ciudad. En una misma calle podemos recorrer desde el Centro de Interpretación de la Cultura Sefardita (pues allí se refugiaron muchos judíos expulsados de España en 1492), hasta un museo de Arte Moderno, o el Histórico de la ciudad o el de la fotografía. Hemos de reservar el tiempo necesario para recorrerlos todos, pues aunque son pequeños, tienen cosas que merecen mucho la pena.

 

Pero como hay que hacer también una pequeña incursión en los alrededores, que menos que acercarnos al Parque Nacional de Montesinho. Donde podemos hacer visitas a los antiguos y preciosos pueblos del parque y disfrutar de la gastronomía local, mientras recorremos sus valles y sierras poblados de bosques de roble. Con una extensión de casi 75 mil hectáreas la parte norte del parque marca la raya fronteriza con España cerca ya de Puebla de Sanabria. En todo el parque se respira aire rural, con casas de pizarra y granito que pueblan las suaves colinas y cerros de la zona de Tras Os Montes. Magnifico lugar para explorarlo caminando o en bicicleta, pues los senderos están perfectamente marcados.

 

Bragança conserva aun esa tranquilidad de antes. No hay prisas, poca gente transita por sus calles y al contrario que en España, los horarios de cierre son tempranos. No se aprecian bares a cada paso y los que existen disponen de poca clientela, con mucho silencio en ellos, pero ideales para disfrutar de los vinos con D.O. Tras Os Montes. Los restaurantes de la ciudad tienen unos precios muy asequibles y en ellos se puede disfrutar del plato estrella de la zona, el “Butelo”, muy semejante al botillo de las cercanas tierras de leonesas. También se puede degustar en ellos muchos platos de caza y ternera, quesos muy consistentes y, como en todo Portugal, el afamado bacalao, siempre acompañado de patata guisada.

 

El actual Alcalde de la ciudad, Sr. Hernani Dias, se ha propuesto como meta, poner a Bragança en el mapa turístico portugués. A ello van encaminados los esfuerzos promocionales que lleva a cabo la municipalidad, pero intentando no recurrir al turismo masivo para no colapsar ni alterar un ritmo de vida que tanto se debe valorar.

 

Texto y fotos: José Muñoz Mora