Oporto. Entre puentes y a la busqueda del vino


 OPORTO, Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es tras Lisboa la segunda ciudad más importante de Portugal y la cuna de los ancestrales “Vinho Verde” y “Vino de Oporto”, desde cuyo puerto son enviados a todos los continentes, y que se convierten en una refrescante degustación desde cualquier bar o restaurante en las orillas del Duero

 Ubicada al Norte de Portugal, no solo presume de Vino. Sus edificios del centro histórico, el rio Duero que lo acompaña, los seis puentes que lo cruzan, sus calles empinadas y adoquinadas y sus tejados que se deslizan hacia el rio, le confieren ese encanto decadente y que invita a recorrerla pausadamente para apreciarla en toda su belleza. El  ajetreado ritmo que encontramos en sus calles, donde peatones, tranvías (solo dispone de tres líneas, pero cubren sobradamente toda la ciudad) y vehículos pugnan por hacerse paso, da lugar a un caos frenético que solo los naturales de la ciudad parecen comprender.

 El Casco Antiguo gira entorno a la Plaza de la Liberdade y la Avenida de los Aliados, siendo la cercana Estación de Sao Bento en punto más popular de acceso al barrio. En él encontramos la Sé de Oporto (Catedral), Monumento Nacional con detalles barrocos en su fachada, el Teatro Nacional Sao Joao (plaza de Batalha), la Torre de los Clérigos, usada como guía para los barcos y con casi 80 m de altura (impresionantes las vistas desde allí), la librería Lello, con su interior de madera y con la incomparable escalera que nos lleva al piso superior, donde turistas y lugareños se afanan en buscar obras literarias en gran variedad de idiomas.

Pero la mejor vista de Oporto se obtiene desde la Ribeira. La Orilla del Duero se encuentra salpicada de restaurantes con muy buenos precios, desde donde se visualizan los seis puentes que atraviesan el rio, siendo el de Don Luis I el más reconocido por su armazón metálico y que fue diseñado por uno de los discípulos de Eiffel con dos niveles de transito de peatones, vehículos y metro. A lo largo de la Ribeira se alternan los comercios (tradicionales y nuevos) con las viviendas particulares y las vendedoras de pescado, las cuales nos llevan a creer que allí se detuvo el tiempo y que no ha perdido aun su idiosincrasia particular.

 Una visita también merece el Mercado de Bolhao, ubicado muy cerca de la Avenida de los Aliados. Con un gran patio central, a su alrededor se ubican infinidad de puestos de verdura, pescado, carne y sobre todo flores. Varias plantas lo conforman bajo una estructura que nos llama la atención, pues tiene una cierto aire decadente debido a su antigüedad.

 No seria prudente el no acercarse a las varias bodegas de vino que existen en la ciudad. Atravesando el Duero encontramos algunas de ellas en Vila Nova de Gaia y a ellas podremos acceder por nuestra cuenta o en los múltiples tours que nos lo ofrecen. La de “Ramos Pinto”, “Offley”, “Sandeman” o “Ferreira” son algunas de las más reconocidas y en las que podremos elegir el vino que más nos complazca para llevarlo de vuelta a casa.

 En cuanto a comida, no echaremos nada en falta. A la ingente variedad de pescados (encabezados por su mítico bacalao) sumaremos los diversos guisos que en sus restaurantes encontramos. Para un tentempié (no ligero precisamente) recurriremos a la llamada “Francesinha”, especie de Tosta o Bocadillo con chorizo, jamón y queso. Si cualquier comida la regamos con vino de la tierra o cerveza “Sagres”, habremos hecho el colofón perfecto. También la Nueva Cocina Portuguesa nos sorprenderá, por lo que terminar el día cenando en alguno de los restaurantes que la ofrecen no nos defraudará.

 Texto: José Muñoz Mora

Fotos: Titus Magnificus